jueves, 20 de mayo de 2010

La inteligencia emocional, ¿Qué puede aportar a la educación? ¿Se está aplicando?

La inteligencia emocional es aquella capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y el conocimiento para manejarlos. El término fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: Emotional Intelligence. Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.

Hasta la fecha, la mayoría de trabajos realizados sobre el desarrollo de la inteligencia emocional estaban centrados en el los alumnos.

Desde nuestro punto de vista, la importancia de estas habilidades también se traslada a la otra parte del proceso de enseñanza/aprendizaje: el profesorado. Este conocimiento del docente es fundamental para el aprendizaje y el desarrollo de esta capacidad en los alumnos porque el profesor se convierte en un modelo a seguir, a través del cual el alumnado aprende a controlar las frustraciones que le surgen durante todo el año en el aula. El desarrollo de estas habilidades de la inteligencia emocional en el profesorado no sólo servirá para conseguir alumnos más preparados emocionalmente, sino que también ayudará al propio maestro a afrontar mejor sus frustraciones, las situaciones estresantes en su entorno laboral y saber manejar correctamente sus sentimientos, por lo general negativos, en las relaciones que mantiene tanto con los propios alumnos como con los padres y compañeros de trabajo. A partir de ahora, los docentes tendrán una razón más para aprender las matemáticas de los sentimientos y el lenguaje de las emociones.

Aún estamos empezando a descubrir la importancia e influencia de la inteligencia emocional en el aula y, a pesar de estar comprobado que el desarrollo afectivo está relacionado con la madurez, la autoestima y en general al desarrollo del niño, son muy pocas las instituciones que realmente trabajan el desarrollo emocional.

En definitiva, la educación emocional debería estar sumergida en las distintas áreas curriculares, no como contenido de cada área, sino como contenido transversal, cómo estilo educativo que tiene que transmitir el docente a sus alumnos, creando situaciones para dicho desarrollo.

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